jueves, 27 de octubre de 2011

Siddhartha (Hermann Hesse)

Lectura # 3

Leer el libro Siddharta del alemán Hermann Hesse ha sido una buena elección. 


Tras leer El Lobo Estepario, decidí seguir leyéndolo. Siddhartha se publicó por primera vez en 1922, cinco años antes que El Lobo Estepario. 

En su lectura, poco a poco el libro nos va introduciendo en un plano espiritual diferente; acompañamos, como un testigo silencioso, a Siddhartha en su largo camino en su incansable búsqueda de su interior.
En un mundo diferente al nuestro, en la época y el lugar donde peregrino Buda, en la antigua India, Siddhartha nos muestra, lentamente, con cada decisión en su vida los constantes cambios necesarios que va experimentando su alma.
Como una doctrina, el relato en cada cápítulo nos va dejando enseñanzas profundas.  Un libro muy recomendable para leer sobre todo en estos tiempos donde el autoconocimiento mediante la meditación o la reflexión va siendo eclipsada.

jueves, 20 de octubre de 2011

En cadenas

Atrapado. Cuando todo lo tenía detalladamente planificado para poder efectuar los trámites sin mayor pérdida de tiempo me veo ahora en una encrucijada que me podría costar unas semanas más de estancia  en esta ciudad estéril para mis ambiciones profesionales. El asunto del récord de horas es algo que me está enfermando. Ingresé en octubre del año pasado y por problemas exclusivos a la administración mis asistencias no fueron registradas sino hasta inicios de noviembre por lo que esto significaría tener que devolver los días que no he marcado y sin retribución salarial. Esto escapa de mis cálculos y me pone en una posición muy complicada. Como en una partida de ajedrez donde realizas los movimientos más seguros y de pronto, como en un cielo sereno llegara inesperadamente un rayo, así me coge esta situación poniendo en aprietos mi posición. Lo más decepcionante es que el personal de asistencia es nuevo, recién tiene días de asumir el puesto y me ha dicho que "todavía no sé muy bien cómo se hace para calcular cuántas horas has trabajado aquí, pero voy a preguntar", eso fue el colmo.
Por ahora me encuentro encadenado y no sé cuanto tiempo pasará para mi liberación, intentaré encontrar una solución a mi favor, tengo muchos proyectos que realizar y no puedo tolerar que este problema se dilate cada vez más.

jueves, 13 de octubre de 2011

Mi parque de diversiones

Amazonas era mi lugar favorito en los tiempos de estudiante de farmacia. El mercado de libros más popular de Lima se convirtió para mi en mi isla paradisiaca, en mi teatro mágico, en mi parque de diversiones. Quedaba muy cerca a la facultad, a veinte minutos en combi, y cada vez que podía iba a pasear al mercado.
Generalmente entre clases, donde se tenía que esperar varias horas, o los sábados al mediodia luego de alguna práctica en el laboratorio. Pasear por el mercado me era muy agradable, la tensión que frecuentemente experimentaba al estudiar las ciencias farmacéuticas quedaban anuladas aquí frente a los libros de literatura en la cual yo iba revisando con parsimonia uno a uno a mi antojo con el consentimiento tácito del dueño del puesto. Allí adquirí casi todos los libros que tengo, la colección de Dostoievsky, los dos tomos de La Montaña Mágica o el compendio de lujo de las obras del irlandes Oscar Wilde. Allí también encontré a Flaubert con su Madame Bovary y a Zola con su Naná. También encontré a Nabokov y su Lolita, al fantástico Fausto de Goethe y muchos libros de ajedrez, disciplina que me ayudaba a equilibrar mis días.
Sería divertido volver a pisar el teatro mágico antes de fin de año para encontrar alguna obra pendiente, quizás, se me ocurre, una de Hermann Hesse.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Recordando Madame Bovary (Gustave Flaubert)

Lectura # 2


Madame Bovary ha sido uno de los libros que más tiempo me ha costado leérmela. Me había informado quién la escribió y sabía de la importancia de esta obra en la literatura universal, aún así una vez empezado a leerla lo desistía a los pocos días. La primera parte era un abismo para engancharme con el tema. No imaginé jamás que la gran novela empezaba relatando sobre una divertida anécdota de un tímido y nervioso adolescente recién incorporado a la escuela. Y bueno, tras estar acostumbrado a inicios distintos como en Crimen y Castigo o Los Hermanos Karamazov (obras leídas con anterioridad) me resultaba dificil seguirle el estilo a Flaubert. Así había sucedido por años. Con el tiempo la había olvidado por otras novelas. Hasta que un día me di cuenta que ya había sido mucho tiempo la postergación, por lo cual me decidí esta vez a leerla de principio a fin y no sin dificultad. Terminar la primera parte resultó ser una tarea titánica pero siempre teniendo la motivación obtenida tras leer la introducción y enterarme con mayor detalle de toda la polémica que se generó con esta novela en su tiempo. Así, pude continuar y los siguientes capítulos se hacían más interesantes hasta que de pronto sin darme cuenta ya estaba enganchado teniendo la impresión del cambio de estilo y de ponerse más picante la historia. Efectivamente puedo decir que es una gran novela, me imagino cómo Flaubert habría trabajado tanto en culminar esta joya. Varios pasajes aún están en mi mente pero uno es el que me dejó con la mandíbula colgando. Aún recuerdo ese desenlace. La pluma de Flaubert hilaba el destino final de la desesperada hasta la locura Emma Roualt más conocida como madame Bovary. Llegó agitada por la noche al almacén del farmacéutico Homais. Solo su ayudante se dió cuenta de ello y fue él quien presenció junto a nosotros los lectores la terrible decisión de Emma en ese momento. Coger el frasco de un polvo blanco, un veneno, destaparlo y con la mano llevarse cantidades de polvo a la boca frenéticamente. Fue terrible aquella escena. Pobre Emma. Pobre Charles y pobre Bertha. Lo que hacía Emma en ese instante era no sólo poner fin a su vida sino también la de sus inocentes seres queridos.