martes, 29 de diciembre de 2015

Siempre hemos vivido en el castillo (Shirley Jackson)

Shirley Jackson soprende con esta extraña e inquietante historia narrada con dulzura.

Lectura # 67



Título: Siempre hemos vivido en el castillo
Título original: We Always Lived in the Castle
Autora: Shirley Jackson
Año de la primera publicación: 1962
Páginas: 224
Título original del posfacio: In Rough Country por Joyce Carol Oates (2009)
Edición: ebook de la edición española del 2012 bajo el sello editorial “Minúscula”
Traducción: Paula Kuffer, 2012
Diseño de cubierta: Pepe Far, a partir de una fotografía de Maxim Blinkov

Contratapa:

Cuatro miembros de la familia Blackwood han muerto a causa de una comida envenenada. Durante seis años los sobrevivientes han vivido “en el castillo”, acosados por el odio y el miedo de los aledaños.
“Esta terrible y hermosa novela, de una de las más notables escritoras norteamericanas, consigue el irónico milagro de convencer al lector de que una casa habitada por un lunático, un envenenador y un piromaníaco es un mundo más rico en simpatía, amor y sutileza que el mundo real exterior ” (Time)
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"- A veces parece mentira  que hayan pasado seis años - añadió Constance. Yo cogí el mantel amarillo y fui hasta el césped a preparar la mesa; a mis espaldas oí que le decía al tío Julián -: a veces daría lo que fuera por tenerlos otra vez entre nosotros." Merricat,  Siempre hemos vivido en el castillo, página 34.
Comentario:

La entrada de Beatle Zu sobre esta obra me permitió descubrir más a la autora. Ya había leído hacía poco su cuento más memorable, “La lotería”, el cual me había dejado en shock por su crudo desenlace.

En esta obra, una novela de 224 páginas, Shirley Jackson, hace gala de una narrativa tan cautivadora que es muy agradable leerla, independientemente de qué es lo que está narrando.

Merricat es quien narra la historia, quien junto a su hermana Constance, su tío Julián y su gato Jonás, viven en una hermosa casa, aislada del resto del pueblo a través de un bosque. 

Desde hace seis años conviven sin sus padres. Estos murieron envenenados. La gente sospecha de los sobrevivientes, y por ello se muestran tan hostiles siempre.

Para Merricat y Constance eso no es ningún impedimiento para ser felices. Ambas se profesan un tierno amor. Constance, la hermana mayor, cuida mucho de Merricat, quien es muy soñadora ya que le gustaría vivir en la Luna y volar con un caballo alado, además es excéntrica porque le encanta enterrar cosas en su jardín y coleccionar amuletos. Por otro lado, ante la hostilidad del pueblo, ella siempre elabora crueles pensamientos en respuesta.

Constance es una amante de la culinaria y de la limpieza. Desempeña un rol maternal. Siempre está pendiente porque todos estén bien. 

El tío Julían es una anciano quien se pasa el tiempo revisando sus papeles y anotando todo cuanto se acuerde del lejano fatídico día en que cuatro miembros de la familia murieron envenenados. Además tiene un sentido del humor tan chispeante que rápidamente se deja caer bien.

Su casa, su castillo, es su mundo. Allí todos son muy felices. Con el tiempo llega a visitarlos un pariente, el cual modificará radicalmente la forma de vivir de la familia. La desgracia volverá a caer sobre ellos. No obstante, las hermanas Blackwood, al parecer no les importa nada más en la vida que estar juntas y amarse...

Al término de la obra encontramos un posfacio escrito por su compatriota, Joyce Carol Oates, la cual revela una aguda y gran profundidad en la comprensión de la obra. Muy instructiva. Asimismo, de su posfacio salta a la luz parte de la vida menos celebrada de la autora creadora de Merricat: "(Irónicamente, Shirley Jackson murió a los cuarenta nueve años, poco después de la publicación de Siempre hemos vivido en el castillo, a causa de la adicción a las anfetaminas, el alcoholismo, y la obesidad mórbida; negligente con su salud durante años, se dice que declaraba abiertamente que no creía que llegara a cumplir los cincuenta, y en los últimos meses de su vida sufrió una agorafobia tan extrema que no era capaz de abandonar su sórdida habitación, como si se hubiera mimetizado con la agorafobia de las hermanas de Siempre hemos vivido en el castillo)".

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