Mostrando entradas con la etiqueta vidas de santos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vidas de santos. Mostrar todas las entradas

lunes, 1 de julio de 2024

Vidas de Santos 2: Abril, mayo, junio (P. Eliécer Sálesman). 1° Relectura



Un año después vuelvo a leer este maravilloso libro sobre las vidas de los santos que la Iglesia celebra en los meses de abril, mayo y junio. En esta oportunidad quisiera resaltar a cinco santos, San Samuel profeta (6 de abril), San José (1 de mayo), San Atanasio (2 de mayo), San Ireneo (28 de junio) y San Pablo (29 de junio).

Sobre Samuel el profeta, diré que desde muy niño escuchó el llamado de Dios para guiar al pueblo de Israel. Fue quien ungió al primer rey de Israel: Saúl y posteriormente ungió al rey David, de la tribu de Judá. 
San José, esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús, estuvo siempre protegiéndolo y enseñándole como un verdadero padre tiene que ser. Humilde, silencioso, protector de la familia y de la Iglesia, San José es modelo de imitación.
San Atanasio fue gran apologeta católico, Doctor de la Iglesia, que defendió la doble naturaleza de Jesús, la humana y la divina. Combatió contra la herejía arriana. Fue secretario del Primer Concilio de la Iglesia, el Concilio de Nicea (año 325) en el cual condenaron a Arrio.
San Ireneo, Uno de los considerados Padres de la Iglesia, fue el primero en proclamar que la Virgen María es la nueva Eva y que por ella vino la redención del hombre.
San Pablo, un gigante apóstol que se desgastó recorriendo los pueblos para evangelizar a los gentiles (paganos). Dios lo eligió como instrumento para escribir varias cartas que forman parte de las Sagradas Escrituras. 

viernes, 12 de abril de 2024

Vidas de Santos 1. Enero, febrero y marzo (P. Eliécer Sálesman)

 


He aquí algunos de los santos tratados en este libro, por mes:

Enero:
- María: Madre de Dios (1 de enero)
- San Antonio Abad (17 de enero)
- San Francisco de Sales (24 de enero)
- Conversión de San Pablo (25 de enero)
- Santo Tomás de Aquino (28 de enero)
- San Juan Bosco (31 de enero)

Febrero:
- La presentación de Jesús (2 de febrero)
- Santa Águeda (5 de febrero)
- Nuestra Señora de Lourdes (11 de febrero)
- Santa Bernardita Soubirous (18 de febrero)
- Santa Francisca Javier Cabrini (20 de febrero)
- San Moisés, profeta (24 de febrero)

Marzo
- Los 40 mártires de Sebaste (1 de marzo)
- Santas Felicidad y Perpetura (7 de marzo)
- San Abrahán, patriarca (12 de marzo)
- San Patricio (17 de marzo)
- San Cirilo de Jerusalén (18 de marzo)
- San José (19 de marzo)
- Santo Toribio de Mogrovejo (23 de marzo)
- La Anunciación (25 de marzo)
- Beato Miguel Pro (31 de marzo)

A continuación, transcribo el texto correspondiente a los 40 mártires de Sebaste (1 de marzo).

MARZO 1
LOS CUARENTA MÁRTIRES
DE SEBASTE (Año 320)

En el año 320 el emperador Licinio publicó un decreto ordenando que los cristianos que no renegaran de su religión serían condenados a muerte.

Cuando el gobernador de Sebaste (en Turquía) leyó en público el decreto del emperador, 40 soldados declararon que ellos no ofrecerían incienso a los ídolos y que se proponían ser fieles a Jesucristo hasta la muerte.

El gobernador les anunció que si no renegaban de la religión de Cristo, sufrirían grandes tormentos y que si quemaban incienso a los ídolos recibirían grandes premios. Pero ellos declararon valientemente que todos los tormentos del mundo no conseguirían apartarles de la verdadera religión.

El gobernador mandó torturarlos y echarlos en un oscuro calabozo. Los fervorosos soldados sufrieron gustosos los tormentos entonando aquellas palabras del salmo 90: "Dice el Señor: al que se declare en mi favor lo defenderé, lo glorificaré y con él estaré en la tribulación." (La cárcerl se iluminó y oyeron que Cristo los animaba a sufrir con valentía).

 El suplicio del hielo. El gobernador, lleno de ira, los hizo llevar a un lago helado y echarlos en él por la noche. Y allí muy cerca hizo colocar un estanque con agua tibia, para que el que quisiera renegar de la religión se pasara del agua helada al agua tibia. En esa noche hacía un frío espantoso.

Los mártires se animaban unos a otros diciendo: "Por esta noche de hielo conseguiremos el día sin fin de la gloria en la eternidad feliz". Y mientras sufrían aquel frío tan intenso oraban pidiendo a Dios que ya que eran cuarenta los que habían proclamado su fe en Cristo, fueran también 40 los que lograran ir con Cristo al cielo. 

Un cambio curioso. Y sucedió que ante el tormento del hielo uno de ellos se desanimó y se pasó al estanque de agua tibia. Pero ese cambio le produjo en seguida la muerte. Los otros seguían rezando y cantando himnos a Jesucristo y entonces uno de los soldados que los custodiaban gritó: Yo también creo en Cristo", y fue echado al lago helado para martirizarlo.

Uno de los mártires vio que venían 40 ángeles cada uno con una corona pero que un ángel se quedaba sin encontrar a quién darle la corona. Pero apenas el soldado proclamó su fe en Jesús, y fue echado al hielo, el ángel se le acercó para darle la corona del martírio. Y así fueron 40 los que volaron al cielo, después de tres días y tres noches de estar agonizando en el terrible hielo del lago.

Los soldados invitaban al más jovencito de todos para que renegara de su fe y se saliera de entre el hielo, pero la mamá del mártir le gritaba: "Hijo mío, recuerda que si te declaras amigo de Cristo en esta tierra, Cristo se declarará amigo tuyo en el cielo". Y el joven perseveró valientemente en su martirio alabando a Dios.

Las gentes reconocieron después los restos de estos soldados mártires y los conservaron con gran veneración. San Basilio decía: "Las reliquias de estos 40 santos son como murallas que nos defienden de los enemigos del alma".

San Gregorio cuenta que junto a los restos o reliquias de los 40 mártires la gente obtuvo muchos milagros, y que muchísimos cristianos se animaban a permanecer valientemente en la fe al recodar el martirio de los 40 soldados que prefirieron perder la vida del cuerpo antes que perder la fe del alma.

Señor: que también hoy sigamos el ejemplo de proclamar valientemente la fe católica y que prefiramos cualquier clase de suplicios y hasta muerte, con tal de conservarnos fieles a Jesucristo todos los días de nuestras vidas.