"Si vamos a juzgar por las referencias que posteriormente hace a la obra de Victor Hugo, El último día de un condenado, fue esta terrible novela breve la que tuvo más significado para Dostoievski."
Joseph Frank (Dostoievski. La semilla de la rebelión 1821-1849)
He terminado el libro “Último día de un condenado a muerte”, libro publicado en 1829 y escrita por el célebre escritor francés Víctor Hugo. Es el primer libro que leo del gran Victor Hugo. El libro es un potente alegato contra la pena de muerte en Francia.
A lo largo de las páginas del libro leeremos una narración en primera persona de un hombre que ha sido condenado a muerte. En el contexto francés de la época, nos encontramos en el siglo XIX posterior a la revolución francesa. La máquina de matar en esa época era la famosa guillotina.
“Los hombres son todos condenados a muerte con sentencias suspendidas indefinidamente” (Victor Hugo)
“Esta gente que sana puede sanar una fiebre, pero no una sentencia de muerte. ¡Y sin embargo, sería tan fácil! ¡Una puerta abierta! ¿Qué más les da a ellos? (Victor Hugo)
El texto resulta tristísimo y es imposible no sentir compasión por el personaje quien es plenamente consciente de que su hora fatal se acerca y que todo lo valioso para él será arrebatado por un corte en la nuca.
Su corta vida será arrebatada, dejará una viuda y sobre todo a una hija de apenas tres años, quien al verle en tal mal aspecto es incapaz de reconocerle y asume la idea de que su papá, el condenado, ya está muerto. Este episodio es sumamente descorazonador.
Víctor Hugo, prologó ediciones posteriores del libro e incluso elaboró una corta comedia en relación con este libro para denunciar la falta de sensibilidad de la gente con el tema.
“Prosigamos. Es preciso que la sociedad se vengue, que la sociedad castigue. Ni lo uno ni lo otro. Vengarse es propio del individuo; castigar, de Dios.
La sociedad se encuentra entre ambos. El castigo está por encima de ella, la venganza por debajo. Nada tan grande o tan pequeño le conviene. No debe «castigar para vengarse»; debe «corregir para mejorar». Transformad de este modo la fórmula de los criminalistas, nosotros la comprendemos y nos adherimos a ella.” (Victor Hugo, prólogo de 1832)
El libro es una joya de la literatura que nos conduce a la reflexión y a valorar y defender la vida como derecho universal.
Muy recomendable.
Sobre el autor (Wikipedia):
Victor Marie Hugo —inscripción completa en su acta de nacimiento: Victor, Marie Hugo— (Besanzón, 26 de febrero de 1802-París, 22 de mayo de 1885) fue un poeta, dramaturgo y novelista romántico francés, considerado como uno de los más importantes en lengua francesa. También fue un político e intelectual comprometido e influyente en la historia de su país y de la literatura del siglo XIX. Era hermano de los también escritores Eugène Hugo y Abel Hugo.
Ocupa un puesto notable en la historia de las letras francesas del siglo XIX en una gran variedad de géneros y ámbitos. Fue un poeta lírico, con obras como Odas y baladas (1826), Las hojas de otoño (1832) o Las contemplaciones (1856), poeta comprometido contra Napoleón III en Los castigos (1853) y poeta épico en La leyenda de los siglos (1859 y 1877). Fue también un novelista popular y de gran éxito con obras como Nuestra Señora de París (1831) o Los miserables (1862). En teatro expuso su teoría del drama romántico en la introducción de Cromwell (1827), y la ilustra principalmente con Hernani (1830) y Ruy Blas (1838).
Su extensa obra incluye también discursos políticos en la Cámara de los Pares, en la Asamblea Constituyente y la Asamblea Legislativa —especialmente sobre temas como la pena de muerte, la educación, los derechos de las mujeres o Europa—, crónicas de viajes —El Rin (1842) o Cosas vistas, (póstuma 1887 y 1890)—, así como una abundante correspondencia.
Contribuyó de forma notable a la renovación lírica y teatral de la época; fue admirado por sus contemporáneos y aún lo es en la actualidad, aunque ciertos autores modernos le consideren un escritor controvertido. Su implicación política, que le supuso una condena al exilio durante los veinte años del Segundo Imperio francés (1852-1870), permitió a posteriores generaciones de escritores una reflexión sobre la implicación y el compromiso de los escritores en la vida política y social.
Sus opiniones, a la vez morales y políticas, y su obra excepcional, le convirtieron en un personaje emblemático a quien la Tercera República honró a su muerte con un funeral de Estado, celebrado el 1 de junio de 1885 y al que asistieron más de dos millones de personas, y con la inhumación de sus restos en el Panteón de París.
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