«La caída de la Casa Usher», también conocido como «El hundimiento de la casa Usher» (título original en inglés: «The Fall of the House of Usher») es un cuento de terror del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, considerado uno de los más importantes de su producción narrativa. Fue publicado por primera vez en la revista Burton's Gentleman's Magazine, en 1839.
Con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable, como sensación terrena, al despertar del fumador de opio, la amarga caída en la existencia cotidiana, el horrible descorrerse del velo. Era una frialdad, un abatimiento, un malestar del corazón, una irremediable tristeza mental que ningún acicate de la imaginación podía desviar hacia forma alguna de lo sublime. ¿Qué era —me detuve a pensar—, qué era lo que así me desalentaba en la contemplación de la Casa Usher? Misterio insoluble.
Sentí que respiraba una atmósfera de dolor. Un aire de dura, profunda e irremediable melancolía lo envolvía y penetraba todo.
Vi que era un esclavo sometido a una suerte anormal de terror. «Moriré —dijo—, tengo que morir de esta deplorable locura. Así, así y no de otro modo me perderé. Temo los sucesos del futuro, no por sí mismos, sino por sus resultados.
algunas peculiaridades de la simple forma y material de la casa familiar habían ejercido sobre su espíritu, decía, a fuerza de soportarlas largo tiempo; efecto que el aspecto físico de los muros y las torrecillas grises y el oscuro estanque en el cual éstos se miraban había producido, a la larga, en la moral de su existencia.
Pasaron varios días en el cual los amigos realizaron varias actividades, sobre todo la pintura, pero todo fue en vano porque Roderick Usher mantenía esa actitud de abatimiento que entristecía a su amigo, el narrador de la historia.
El pequeño cuadro representaba el interior de una bóveda o túnel inmensamente largo, rectangular, con paredes bajas, lisas, blancas, sin interrupción ni adorno alguno. Ciertos elementos accesorios del diseño servían para dar la idea de que esa excavación se hallaba a mucha profundidad bajo la superficie de la tierra. No se observaba ninguna saliencia en toda la vasta extensión, ni se discernía una antorcha o cualquier otra fuente artificial de luz; sin embargo, flotaba por todo el espacio una ola de intensos rayos que bañaban el conjunto con un esplendor inadecuado y espectral.
Estudiábamos juntos obras tales como el Vever et Chartreuse, de Gresset, el Belfegor, de Maquiavelo; Del Cielo y del Infierno, de Swedenborg; el Viaje subterráneo de Nicolás Klim, de Holberg; la Quiromancia, de Robert Flud, Jean d’Indaginé y De la Chambre; el Viaje a la distancia azul, de Tieck; y la Ciudad del Sol, de Campanella. Nuestro libro favorito era un pequeño volumen en octavo del Directorium Inquisitorium, del dominico Eymeric de Gironne, y había pasajes de Pomponius Mela sobre los viejos sátiros africanos y egibanos, con los cuales Usher soñaba horas enteras. Pero encontraba su principal deleite en la lectura cuidadosa de un rarísimo y curioso libro gótico en cuarto —el manual de una iglesia olvidada—, las Vigiliæ Mortuorum Chorum Eclesiæ Maguntiæ.
Entonces viene la magia de Poe que construye un espejo, un paralelismo entre la novela que el narrador va leyéndole a Roderick y lo que está sucediendo en aquella casa Usher. Automaticamente mi memoria me llevó a las últimas páginas de Cien años de soledad cuando el último Aureliano leía frenéticamente los manuscritos de Melquiades.
Esta extraña coincidencia entre el libro Mad Trist, con la lucha del caballero contra un dragón, es inquietante y llena de terror porque los sonidos producidos por las escenas del libro se corresponden como un eco a lo que en ese momento se viene escuchando en la Casa Usher, hasta que Roderick Usher rompe en grito para expresar lo que ha oído y es en ese momento que del terror pasamos al pánico para el desenlace final del cuento. El procedimiento alquímico se ha completado.
Una obra maestra de Edgar Allan Poe.