Acabo de participar en este taller, el tema es complicado, pero algo he podido idear.
La Muerte del rey
El rey yacía acostado sobre su
lecho, vestido majestuosamente, era de noche y apenas un candil iluminaba su
oscura habitación. El rostro se encontraba empapado de un frío sudor. Luego de
pacificar a todo su reino y de librar innumerables batallas colosales, el rey
afrontaba su último enfrentamiento.
Una infección profunda le
carcomía por dentro, la fiebre le nublaba la razón, millones de bacterias se
alimentaban sin control de sus carnes infectas mientras todo el sistema inmune
movilizaba los ejércitos de células blancas liberando las más sofisticadas
armas que la biología ha concedido. Neutrófilos, macrófagos eran los
principales guerreros del rey a su interior, el campo de batalla era el tejido
del interior de su pierna. El rey se retorcía pero se animaba esperando alguna
posibilidad de curación. Su cuidadora había salido a conseguir más miel para su
recuperación.
La guerra más terrible sucedía en
su propio cuerpo, y él, rey de un vasto territorio solo podía soportar la lucha
con fortaleza, sus células blancas hacían su esfuerzo, pero las bacterias por
su naturaleza intrínseca se dividían rápidamente y cada vez más colonizaban su
interior.
Con la visión alterada, el rey
contemplaba su amplia habitación, la puerta que daba al balcón permanecía
abierta para el ingreso de aire fresco, era noche de luna llena y el viento empujaba la cortina haciéndole bailar
una danza que enloquecía al rey.
Inesperadamente, una figura se
adentró a su habitación, era de forma humana, toda de negro, pero pareciera que
sus pies no tocaban el suelo. El rey abría y cerraba los ojos extasiados sin
creer lo que estaba viendo. Después de muchos años esta figura se le volvía
aparecer, esta vez más oscura y espeluznante. La negra figura le sonrió
contemplándolo y dijo:
-¿Te habías olvidado de mí,
pequeño camarada? ¿Acaso, creías que no volvería a por ti luego de nuestro
pacto secreto antes de que te convirtieras en rey? ¡Por mi eres un rey y por mi
morirás como un perro! – dijo la Muerte llenando la habitación con una
estruendosa carcajada que hacía desfallecer al rey.
El pueblo en breve se sublevará
contra ti compañero, continuó la Muerte, mi socio Mefistófeles ya se encargó de
esparcir tu oscuro secreto y que ahora sí no te dejará ir como lo hizo con tu
padre, que en el último momento fue salvado por ese viejo celestial y sus ángeles.
El rey apenas abría sus ojos, se
encontraba resignado a la muerte ahora, recordaba claramente el pacto hecho con
Mefistófeles, quería repetir lo que hizo su padre y su ambición por el poder le
llevó a tal extremo, pero nuevamente este mismo poder conquistado cegó su mente
y corrompió su entelequia. El rey se había enterado de esta historia por
Wagner, sus libros y algunas cartas de su madre Margaret.
Ahora todo iba concluyendo, la
cuidadora, su hija querida, fue capturada por insurgentes, el pueblo se armaba
de teas para incendiar el castillo. Como las bacterias que penetraban cada una
de sus fibras así el pueblo se apresuraba adentrarse en el castillo, habían
derribado el portón y con antorchas en las manos buscaban al rey execrando todo
tipo de improperios.
A la Muerte se juntaron tres
demonios: Mefistófeles, Belcebú y Lucifer. Los cuatro se acercaron más y más al
lecho del rey con aspectos macabros, el ejército blanco había sido devastado,
la infección se generalizaba a sepsis y ahora en shock séptico, su corazón no
resistiría más tiempo.
La puerta del cuarto se abría de
un fragoroso golpe y el pueblo enardecido, al notar el lecho del rey se
precipitó hacia él.
Los cuatro caballeros del
infierno, le sonrieron por última vez. El rey acababa de expirar.
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