viernes, 15 de julio de 2022

Aguas primaverales (Iván Turguéniev, 1872)

“¿Podría yo pensar -continuó Sanin-, al llegar a Francfort, donde solo pensaba permanecer unas cuantas horas, que había de encontrar aquí la felicidad de toda mi vida?”

"Aguas primaverales" es la frase que pone punto final a la novela Sónietchka de Ludmila Ulítskaya. Pero como la última página de un libro es una invitación a seguir leyendo, descubrí que esta frase correspondía al título de una novela del ruso Iván Turguéniev, autor de su famosa novela "Padres e hijos".

La novela está narrada en tercera persona por un narrador omnisciente. Al iniciar la novela vemos aparecer a un personaje, que acaba de cumplir 52 años, y que está completamente triste.

“A eso de la una de la madrugada regresó a su gabinete de trabajo, despidió al criado que había encendido las velas. Y sentándose en una butaca junto al fuego, cubrióse el rostro con ambas manos. Nunca había sentido tal desfallecimiento físico y moral.”

“Si hubiese sido más joven, hubiera llorado de fastidio, de angustia y de enervamiento; un amargor corrosivo y urente, como el del ajenjo, llenaba su alma entera”

“La vida no se le aparecía como ese mar de olas tumultuosas que describen los poetas; se la representaba llana como un espejo, inmóvil, transparente hasta en sus más oscuras profundidades; sentado él en una barquichuela vacilante, y abajo, en el fondo del abismo oscuro y fangoso, entreveía vagamente, a semejanza de peces enormes, formas monstruosas: eran todas las miserias de la vida, enfermedades, pesares, demencia, ceguera, pobreza… Y ante su vista sale de las tinieblas uno de esos monstruos; sube, sube sin cesar; se hace cada vez más visible, cada vez más horriblemente distinto… Un momento más, y, levantada por el lomo del monstruo, va a zozobrar la barca. Pero de nuevo parece hacerse más vaga la forma, desciende el monstruo, se vuelve al fondo y se queda allí tendido, agitando apenas su oscura cola… Sin embargo, tiene que venir el día fatal en que se tumbe la barca.”

Este personaje es Dimitri Pavlovich Sanin. Revolviendo sus cosas, encuentra un objeto, una crucecita de granates, que le trae un doloroso recuerdo, la pérdida de su primer amor.

A partir de entonces, la novela retrocede 30 años en el tiempo, en la época cuando este personaje tenía 22 años. La novela nos lleva a 1840, Fráncfort, territorio de la Confederación Germánica (hoy Alemania).

“Era en el verano de 1840. Sanin acababa de cumplir veintidós años; volvía de Italia a Rusia, y hallábase de paso en Fráncfort. Sin familia casi, poseía una fortuna independiente, si no muy cuantiosa. Habiéndole dejado un pariente lejano algunos miles de rublos en herencia, resolvió gastárselos en el extranjero antes de ingresar en la administración, antes de ponerse a lomo la albarda oficial necesaria para asegurarle la subsistencia. En efecto, Sanin había puesto en planta su proyecto; y tal maña se dio, que el mismo día de llegar a Fráncfort tenía el dinero justo para volver a Petersburgo”.

Como el billete para su próximo viaje salía muy tarde por la noche, tuvo tiempo para comer en una fonda llamada “Cisne Blanco” luego dar un recorrido por el lugar, visitó la casa de Goethe (Sanin solo había leído Las penas del joven Werther en una traducción al francés), paseó por la orilla del río Mein y terminó aburriéndose. Tras seguir andando por las calles de Fráncfort, hasta que llegó a una confitería “Confitería italiana de Giovanni Roselli”. Ese lugar “estaba destinado a no despintársele de la memoria en largo tiempo”.

Tras esperar quien le atienda dijo en voz alta
 “– ¿No hay nadie aquí?”, cuando de pronto hace su aparición un nuevo personaje. “Una joven de unos diecinueve años, con los negros cabellos flotando, esparcidos sobre los hombros desnudos, se precipitó en la tienda extendiendo ante sí los brazos, igualmente desnudos. Vio a Sanin, lanzóse hacia él, le agarró una mano y trató de llevárselo consigo, diciéndole con voz entrecortada: - ¡Pronto, pronto, por aquí, sálvelo usted!”
Esta irrupción inesperada, le dejó una gran impresión a Sanin. ¿Pero qué sucedía? Emilio, el hermano menor de esta joven, llamada Gemma, se había desmayado y ni Gemma, ni su madre, Frau Lenore podían recuperarle.

Este evento inesperado cambiará por completo el rumbo de Sanin, pero no solamente de él sino también el de Gemma. Sanin siente una atracción muy fuerte por Gemma, una italiana residente en tierras alemanas. El problema es que Gemma está comprometida con un joven comerciante alemán: Herr Karl Klüber.

Otro personaje italiano es el Señor Pantaleone Cippatola, anciano, artista, actor de teatro. El ayuda a la familia Roselli con algunos quehaceres del hogar, ayuda necesario tras la muerte de Giovanni Roselli, padre de Gemma y Emilio.

El joven Sanin tras salvar a Emilio se gana la confianza de todos. Emilio lo admira, Pantaleone lo estima, Frau Lenore lo trata con cariño y Gemma lo considera un amigo. Para Sanin, un joven solitario, casi sin familia, esta camaradería, calidez en el trato, lo seduce y nuevamente deja que sus pasiones le dominen (como cuando despilfarró toda su herencia) quedándose en Fráncfort, estrechando los lazos con la familia Roselli y sufriendo de amor por Gemma.

Una tarde, cuando los italianos deciden dar un paseo al Soden, Sanin es uno de los invitados y también el novio Klüber. Sentados todos disfrutando de una comida, en una mesa cercada había un grupo de oficiales que estaban bajo los efectos del alcohol. Uno de ellos, el baron von Dónhof, se separa de su grupo y se dirige a la mesa de los italianos.

“El oficial, tambaleándose un poco, se detuvo delante de Gemma, y con voz que querría hacer segura, pero en la cual, a pesar suyo, se revelaba una lucha interior, exclamó: -¡Brindo por la salud de la más hermosa botillera que hay en Fráncfort y en el mundo entero)…¡Y en recompensa, tomo esta flor cogida por sus divinos dedos!

Esta escena desencadenó en un duelo entre Sanin y el oficial von Dónhof que precipitó los destinos de Sanin, Gemma y Klüber.

“¡Vaya una guasa que es la vida, con sus bruscas vueltas de rueda! Pasado y porvenir, todo desaparece como por arte de birlibirloque, ¡y lo único que saco en limpio es que me voy a batir en Fráncfort con un desconocido y propósito de no sé qué!”

Estos capítulos elaborados bellamente por Turguéniev con sus descripciones de los paisajes, personajes y sentimientos concluye con la ruptura del compromiso Gemma-Klüber y la pedida de mano entre Sanin y Gemma. En poco tiempo todo ha cambiado drásticamente.

Hasta allí hubiera sido una historia romántica con un final feliz. Pero Turguéniev no tenía esos planes. El autor de pronto empieza a torcer la historia sobre la base de una promesa que hace Sanin a Gemma, la de hacer unas gestiones para obtener un dinero por la venta de sus propiedades y poder concretar la boda. Es en este contexto que Sanin decide viajar a Wiesbaden. Nuevamente, la casualidad se pone en frente y aparecen dos nuevos personajes: primero Hipólito Sidorovitch Polozoff, antigua compañero de estudios de Sanin, un hombre de pocas cualidades, y segundo, María Nicolavna Polozoff, esposa de Hipólito.

Cuando Sanin se encuentra con Polozoff, este le cuenta su deseo de vender sus propiedades para poder casarse. Polozoff le refiere que su esposa tiene mucho dinero y que ella pudiera comprarle algún terrero. Esta noticia entusiasma a Sanin quien acepta la invitación de Polozoff de visitarlos a su domicilio.

Este encuentro con los Polozoff, un matrimonio de mucho dinero y extraño donde María Nicolavna lleva las riendas del hogar y un Hipólito aparentemente desinteresado de todo, causará un cambio definitivo en Sanin.

“-Pero tú, Hipólito Sidorovitch, ¿no sabes nada de eso?
-¿Yo, mi buen amigo Demetrio… Pavlovitch…? Sí, Pavlovitch, no me mezclo en los asuntos de mi mujer.
-¿No te mezclas en ellos?¿En ningún negocio?
Polozoff volvió a girar los ojos.
-En ninguno, amigo mío… Ella va por un lado…y yo voy por el otro.”

María Nicolavna, una dama muy refinada y astuta, seducirá sutilmente a Sanin sin que este se de cuenta, ya que anda pensando en el amor de Gemma. Pero conforme pasan los días y las continuas charlas con María Nicolavna y los largos paseos, luego una visita al teatro y finalmente un paseo a caballo, todas estas actividades (incluyendo una confesión de María Nicolavna) apagarán lentamente ese fuego de amor que sentía por Gemma, cambiando radicalmente el curso de la historia.

El recuerdo termina y de pronto la novela regresa al presente, es decir 30 años después de los hechos narrados, y Dimitri decide actuar e intentar recuperar el tiempo perdido o intentar recobrar el pasado.

La novela tiene un final abierto pero lo más importante ya se decide antes del final. El efecto que me ha generado la novela es tan intenso como el giro que dio el personaje Alexéi Ivánovich de la novela “El jugador” (Dostoievski) cuando se entrega al juego, o cuando el soñador de Noches Blancas (Dostoievski) ve que Nastasia se lanza a los brazos de otro hombre, un giro completo de la historia.

Como nota adicional, la novela está llena de fuentes literarias como la novela Las penas del joven Werther (Goethe), Rinaldi Rinaldini, las romanzas de Pushkin, las comedias de Maltz, la literatura de E.T.A. Hoffmann, los versos de Uhland, Eugenio Oneguin (Pushkin), La Eneida (Virgilio), entre otras. Así como fuentes musicales como la aria de Freyschütz de Weber, Le Nozze di Figaro, Roberto il Diavolo, entre otras.

Finalmente, se cita un evento histórico como lo es la independencia de Italia. Recordemos que este recuerdo de Dimitri se encuentra en la década de 1840, tiempo en el cual Italia o mejor dicho el territorio italiano era dominio del Imperio Austriaco y que a partir de 1848 se iniciarían las guerras por la independencia italiana (El Reino de Cerdeña, Gran Ducado de Toscana, Los Estados Papales y el Reino de las Dos Sicilias contra el Imperio Austriaco) y posteriormente su unificación.

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