El título del libro se cumple en cada página leída sobre las cuales el actual prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el Padre Victor Manuel Fernández, escribe sobre el Espíritu Santo, la segunda persona de la Santísima Trinidad.
El libro es un alimento espiritual sobre el Espíritu Santo dedicado a aquellos que acaban de recibir el sacramento de la confirmación o están en preparación para recibirlo. Asimismo, cada capítulo incluye una oración al Espíritu Santo acorde con el tema que se aborda.
Para maravilla y conocimiento sobre el Espíritu Santo cito algunas frases que he resaltado:
- El gran protagonista en la Confirmación es el Espíritu Santo. Muchos se preguntan "¿quién es ese?". Lo ignoran. Pero cuando lo conocen un poco terminan enamorados de él, lo buscan, le piden ayuda, le abren el corazón. Te digo de verdad que es un gran amigo, y vale la pena tenerlo a mano.
- La Confirmación es para la misión. Recibes el Espíritu Santo para estar fuerte, preparado, decidido, de manera que puedas cumplir con tu misión en este mundo. La Confirmación es un compromiso muy importante, y tendrás que ponerte a pensar cómo lo vas a cumplir, qué vas a hacer por los demás de ahora en adelante, en qué vas a gastar tus energías. Cada persona que se confirma debería ser una fuerza nueva para renovar la tierra.
- Para iniciarnos en la vida cristiana, tenemos un tesoro de tres sacramentos: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. A través de estos tres sacramentos, el Espíritu Santo nos introduce en un precioso camino de fe, de esperanza y de amor.
- En la Confirmación el Padre Dios manda el Espíritu Santo para que te haga cada vez más parecido a Jesús. Pero los tres (el Padre, Jesús y el Espíritu Santo) te envían a la sociedad para que seas un testigo de su amor.
- Entonces sí, aunque no seas perfecto, vas a ser un verdadero testigo de Jesús en la sociedad.
- Es muy bello convertirse en un instrumento del Espíritu Santo, para que a través de nosotros él pueda dar, y dar, y dar. Dar una sonrisa, dar una palabra de aliento, dar un vaso de agua, dar una mano, dar algo de lo que tenemos a alguien que tiene menos. Dar sin esperar recompensa, dar sin exigir agradecimientos ni reconocimientos, dar por el solo gusto de dar. Dar sin medida, y sin tristeza. Recibimos el Espíritu Santo para crecer siempre más en ese amor y convertirnos en fuentes de vida para todos.
- Con el Espíritu Santo se derraman en nosotros sus dones más preciosos, que nos hacen más dóciles para seguir sus impulsos. Con esos dones podemos ser menos esclavos de lo que nos hace daño y nos dejamos movilizar hacia las cosas buenas y bellas. En la Confirmación, antes de colocar el aceite en tu frente, se hace una oración donde se piden siete dones. Los siete dones del Espíritu Santo están tomados del texto de Isaías 11,2, donde habla del Mesías. Allí dice que "reposará sobre él el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yahveh".
- Son los dones que han estado plenamente en Jesús, porque él tenía "el Espíritu sin medida" (Jn 3,34).
- El primer don del Espíritu Santo es la sabiduría. Pero tenemos que aclarar que cuando la Biblia habla de sabiduría, no quiere decir los conocimientos o la instrucción intelectual. Es sobre todo el arte de vivir, de saber conducirse en la vida.
- El segundo don del Espíritu Santo es el entendimiento, que ilumina la inteligencia. Es la capacidad de captar las verdades más profundas de la fe, la habilidad para entender el sentido más profundo de la Palabra de Dios. Pero no es un don de los estudiosos, porque el Espíritu Santo puede derramar este don de una manera preciosa en una persona que ni siquiera sepa leer. Esa persona, aunque no sepa explicar algo con claridad, puede poseer una gran intuición espiritual para entender las cosas más altas y más sublimes de la fe.
- Cuando uno trata de estudiar, de profundizar su fe, o de comprender la Biblia, tiene que invocar al Espíritu Santo para que derrame este don con mayor intensidad. Porque nuestra mente, sin la luz del Espíritu Santo, nada puede comprender de las verdades cristianas.
- El don de la piedad perfecciona el amor fraterno, y nos permite reconocer al prójimo como imagen de Dios. De esa manera, cuando ayudamos a los demás no lo hacemos sólo por compasión, o porque nos duele su miseria y sus problemas. Hay algo más. Los ayudamos porque reconocemos la inmensa nobleza que ellos tienen. ¡Son imagen de Dios! ¡Entonces no puede ser que vivan mal, que estén sufriendo, que no tengan lo necesario para vivir!
- El don del consejo nos permite orientar a los demás y ayudarles a descubrir cuál es la voluntad de Dios para sus vidas.
- Otro don del Espíritu Santo es la fortaleza. Pero no se trata de la fortaleza normal, que nos hace soportar las dificultades cotidianas. Este don nos permite ser capaces de una fortaleza superior, que nos lleva a dar la vida por el Señor, si esto fuera necesario.
- Dejarse matar por Cristo parece algo imposible, porque contradice al instinto de supervivencia que nos lleva a escapar de los peligros. Sin embargo, si Dios nos pidiera eso, seguramente el Espíritu Santo nos daría la fuerza para poder soportarlo.
También comparto una oración al Espíritu Santo del capítulo 13 "Te da fortaleza y santo temor":
"Ven, Espíritu Santo, aquí estoy, con todo mi pasado dentro de mí, para pedirte la paz.
Mira, Señor, que las cosas que he vivido están lastimándome por dentro, y me producen debilidad, miedo y dolor.
Mira esas angustias que aparecen a causa de ese pasado que no me deja ser feliz.
Ven, Espíritu Santo, a invadir todo mi pasado para transfigurarlo y renovarlo.
Pasa por todo mi ser iluminando, sanando y liberando.
Toca todos mis recuerdos y cura todo el dolor y la inquietud que producen en mi existencia. Pasa, Espíritu de amor, y sáname por todos los momentos tristes y dolorosos, por aquellos días en que no me sentí amado, o fui despreciado, maltratado, lastimado, utilizado, calumniado, olvidado, ignorado.
Cura mis recuerdos, Señor, con tu fuego santo. Pasa con tu amor y restaura todo lo que se ha dañado en mi corazón.
Cura mi interior y mi cuerpo por todas las malas experiencias que viví. Deja sólo tu inmensa paz y tu ternura.
Como si fuera una herida que se cierra y desaparece, así se sana todo mi ser de esos recuerdos, y así vuelvo a sentirme fuerte, con ganas de seguir adelante.
Aquello que me hizo sufrir ya no existe. Con tu poder quiero lanzarme al futuro lleno de fuerza y seguridad.
Pasa, Espíritu Santo, alivia, cicatriza, restaura y lánzame hacia adelante con tu fortaleza. Amén."
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