Escribió Grignon de Monfort uno de los libros que junto con "Las Glorias de María" de san Alfonso, ha llegado a ser uno de los libros más famosos que se han escrito acerca de la devoción a la Virgen María. Su título es: "Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María". Este libro se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho nuestro gran santo: "Soy todo tuyo oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es". (Pasaje tomado del libro Vida de Santos 2 del Padre Eliécer Sálesman).
El tratado se divide en tres partes (I. María en la historia de la salvación, II. El Culto de María en la Iglesia y III. La Perfecta Consagración a Jesucristo). Para un total de 273 partes (cada parte corresponde a uno o más párrafos).
Es un libro hermoso, profundo de alta teología como lo dijo del Padre Juan Razo. El tratado de San Luis de Montfort nos educa y nos da instrucciones paso a paso de cómo prepararnos para consagrarnos Jesucristo por medio de la Santísima Virgen María. Según San Luis de Monfort, el camino más fácil y rápido para llegar a Nuestro Señor Jesucristo es a través de su madre, la Virgen María.
Algunos pasajes de la obra a continuación:
“41... Ser devoto tuyo, ¡oh María! -dice San Juan Damasceno-, es un arma de salvación que Dios ofrece a los que quiere salvar”.
"6. porque María debe resplandecer, más que nunca, en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia: en misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos, que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan..."
"1.'Este es el tema que el P. DE MONTFORT desarrolla en toda la obra. En la que aparecen ecos frecuentes de esta misma frase (ver 13, 22, 49, 83,158, 217, 272; ver SM 58). La idea, a su vez, reaparece en tantas y tantas páginas monfortianas:
María ha recibido a Cristo del Padre para entregarlo a los hombres... Ella es, por otra parte, el camino real y directo que nos conduce a Jesucristo (ver Nos.152-168). EL PAPA JUAN PABLO II, en su encíclica La Madre del Redentor nos presenta a María como quien “precede” a la venida de Jesús y la prepara (No.3), como quien “precede” también a la Iglesia convirtiéndose en su modelo y prototipo (No. 5), como quien nos “precede” a cada uno en particular en el camino de la fe (Nos. 27-28) y de la historia (No. 49) a fin de que nuestro encuentro con Cristo sea cada vez más íntimo y perfecto (No. 21). Ella, en efecto, recibe del Padre al Hijo de Dios (No. 39): “Singularmente unida a El (Cristo) en su primera venida por su cooperación constante lo estará también a la espera de la segunda” (No. 41)."
Libro imprescindible.
Sobre el autor:
(Pasaje tomado del libro Vida de Santos 2 del Padre Eliécer Sálesman)
Es el fundador de los Padres Monfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Monfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos.
Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo, después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.
Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Sulpicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.
Era todo fuego para predicar. Donde Monfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era La Virgen María a quien convocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba lo corazones. Después de unos retiros dejó escrito: "Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro señor y en su Madre santísima". No tenía miedo ni a las cantinas ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. AIli se iba resuelto a tratar de quitarle almas al diablo y viajaba confiado porque nunca iba solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen. Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.
Murió san Luis el 28 de abril de 1776, a la edad de 43 años, agotado de tanto trabajar y predicar.
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